Mamá era una niña. Trabajadora, inquieta, traviesa, cariñosa, coqueta, risueña, algo gandula…quizá todo ello a la vez, pero la cuestión es que mamá también fue pequeña.
Mamá creció y aprendió montones de cosas. También sufrió, hizo muchos esfuerzos, se hizo daño. Quizá fuera una adolescente rebelde, fumara porros o saliera un montón de fiesta. Se pintó las uñas de más de cuarenta y tres colores distintos, se enamoró unas diecisiete veces «a medias» y alguna de verdad, se planteó ser activista en todo tipo de causas, buscó sus primeros trabajos, se frustró un montón con los precios de los alquileres. Y mamá fue haciéndose mayor.
Como cualquier persona, fue imaginando cómo podría ser tener un «mini-yo»: cómo se parecería a ella (especialmente en sus mejores facetas, milagros de la genética con los que una cuenta!), cómo lo cuidaría, cómo evitaría todos esos errores de las mamás gruñonas que veía en el parque. «Yo sería una mamá joven y guay, de esas que parecen una amiga tuya y con las que quieres ir de compras y salir de fiesta». Pero eso, entonces, aun no era para ella.
Después de muchas vueltas por la vida, surgió. Y mamá se convirtió en mamá. Y, bueno, parece que todo pasara de golpe. No puede existir en el mundo un motivo más grande de cambio que crear vida, así que, entonces, todo lo demás dejó de importar.
Ser madre es la experiencia más completa por antonomasia. Tanto, tanto, que puede llegar a destruir a una mujer anterior para crear una nueva.
Cada pequeña cosa que rodea a una madre es una decisión importante, algo que no hubiera cuestionado para sí misma pero sí hará por un hijo. Mamá se come el filete con más nervios o las patatas más quemadas, pero come las chuches a escondidas por aquello del «no sea que luego no cenes».
Cómo vestir, en qué gastar el dinero, qué amistades mantener, saberse Frozen de memoria, tomar una copa de vino o tres, cuestionarse si un cuento es machista, llevar un bolso tan cargado que en cualquier vuelo habría que facturar…quién puede dudar de que ser mamá es un trabajo a jornada completa?
Agarrarse fuerte a esa vida supone un reto que os necesita fuertes, sanas y felices. Mamá también necesita descansar y divertirse. Y, que sí, que es una experiencia maravillosa y que tener un hijo es lo más bonito que se puede vivir, pero que es un esfuerzo grande y constante, pues también.
Cuidaos, pedid ayuda (y cogedla), sentíos guapas!. Que ir a la pelu o quedar con amigos dejen de ser «caprichos innecesarios». Permitios «disfrutar» de esa gripe en cama.
Hago un llamamiento para lograr que alguna mami vuelva a dormir ocho horas del tirón. No dejemos que la máquina enferme o se rompa. Que no se trate solamente de dar a los hijos ese mensaje de que la vida es esfuerzo; que las cosas, con cariño, podrán ser bonitas.
Recordemos que las batallas más duras se encargan a los mejores guerreros.
Olga Trillo Lodeiro.
Comments 1
¡Hola gran mamá! No tengo el placer de ser mamá, pero tengo muchas amigas que sí lo son y ya les he pegado en un mensaje el enlace a tu post;) Gracias por el post Un abrazo