Adicción al móvil y a los videojuegos

Adicción al móvil y a los videojuegos: Cómo «desconectarse»?

Adicción al móvil y a los videojuegos

El confinamiento ha alterado muchas de nuestras rutinas y ha modificado nuestra forma de ocupar el tiempo libre. En el caso de muchos niños y adolescentes, se ha disparado el uso de pantallas como entretenimiento (móviles, tablets, videojuegos y ordenadores). Esto nos ha expuesto a todos a un riesgo de adicción al móvil y a los videojuegos, así como a otros dispositivos y medios relacionados.

Por una parte, la imposibilidad de acudir a clase (o al trabajo) presencialmente. Esto ha alentado el recurrir a Internet para buscar información, el uso de dispositivos tecnológicos para realizar tareas, el contacto con docentes y compañeros para compartir documentos.

Por otra parte, las redes sociales, las videollamadas o la mensajería instantánea se han convertido en el nuevo modo de contactar con «el exterior» y comunicarnos con nuestros amigos y familiares.

Finalmente, nuevos horarios de ocio y tiempo libre que fácilmente podían ocuparse con dispositivos digitales.

Además de la circunstancia de la cuarentena, algunos niños, adolescentes y adultos, ya mostraban cierta predisposición y preferencia por el uso de estos medios.

¿Qué consecuencias conlleva el uso excesivo de nuevas tecnologías? Por supuesto, las consecuencias variarán en cada persona pero, en cualquier caso, podrán presentarse en forma física o psicológica. Ansiedad, búsqueda de la inmediatez, pérdida de interés en las interacciones sociales, impaciencia, alteraciones del sueño o el apetito, obesidad, preferencia por el sedentarismo, pérdida de visión o ánimo deprimido, son solo algunas de ellas.

Y, ¿Qué es lo que hace que estos dispositivos generen adicción?

  • Las nuevas tecnologías y, especialmente sumadas a Internet, nos presentan respuestas inmediatas a nuestros actos. ¿Quién no ha sufrido por conocer la nota tras un examen o por saber si le has gustado a alguien tras una primera cita? ¿Quién no tiene prisa por conocer los efectos de una dieta?. Videojuegos y redes sociales nos brindan esa «aprobación o desaprobación», de modo inmediato, en forma de likes, de seguidores, de puntuaciones o de «pasar de pantalla».
  • Al igual que las salas de juegos o las máquinas «tragaperras», el mundo de Internet está lleno de colores, sonidos y rapidez, que captan nuestra atención y que atraen a nuestro cerebro. Una estimulación que sobreexcita nuestras neuronas y les genera un placer momentáneo (del cual puede que se vuelvan dependientes).
  • Constante innovación. Si no miras, te lo pierdes. Eventos en los videojuegos, programas especiales, notificaciones de mensajes… en Internet absolutamente siempre están pasando cosas nuevas.
  • Aprobación social. Ya no solo es que una gran mayoría de personas hagan uso de estos medios, sino que quien los rechaza comienza a quedarse fuera de un círculo cada vez más grande. En el caso de niños y adolescentes, presumir de tener el último modelo de teléfono o hablar de la partida de anoche en Fortnite son los nuevos «polis y cacos» del patio.

Curiosamente, en consulta he conocido a niños que, sin jugar a determinados videojuegos, siguen de cerca las partidas de sus compañeros de colegio o quieren una mochila con determinado personaje estampado. Algunos de ellos, siguen en Youtube a personas jugando. Es decir, en lugar de jugar yo (a lo que fuere), admiro a través de una pantalla a otro que juega.

¿Cómo actuar ante una posible adicción al móvil y a los videojuegos?

  • Valorar el riesgo.

Lo más probable es que tu hijo NO sea adicto a las pantallas. Sin embargo, sí puede que no esté realizando un uso saludable o que se estén manifestando algunos efectos no deseados.

Para hablar de adicción, el hábito de uso debe restar tiempo y otros recursos (como dinero o energía física) a otras actividades. Es decir: abandono otras acciones anteriormente placenteras para dedicarme a la tablet. Además, su NO-uso debería conllevar un malestar significativo (más allá de cinco minutos peleando por «devuélveme el móvil)».

Mantengamos la calma y ayudemos a gestionar el consumo.

  • Marcar límites.

Como indica Manuel Bruscas, debemos «educar digitalmente a nuestros hijos».  No se trata de prohibir o demonizar las nuevas tecnologías en casa, sino de valorar sus aportaciones positivas y racionalizar su uso.

Para cada persona, un método. A algunos niños puede resultarles de ayuda medir el tiempo o emplear una alarma, mientras que para otros puede generarles ansiedad y malestar. Igualmente, no todos los tipos de juego «permiten» guardar una partida en cualquier momento.

Lo que será fundamental para cualquier niño o adolescente es determinar que ha de existir un tiempo y una ocasión para su uso (Ejemplo: sólo una partida diaria, nunca durante una comida y siempre tras haber realizado deberes y ejercicio).

  • Predicar con el ejemplo.

Nuestro mensaje resultará menos creíble, coherente y confiable si lo planteamos con un móvil en la mano o si comemos con la televisión puesta.

Hemos de aprender a ponernos nuestros propios límites desde la posición de adultos, lo cual puede resultar un ejercicio fantástico para ponerse en la piel de los menores. También en nuestro caso (el de adultos, padres o tutores) se trata de aprender a racionar el uso sin que deba suponer extinguirlo; por supuesto podemos disponer de un teléfono de trabajo o ver televisión, pero debemos mostrar y mostrarnos que existen situaciones en las que su uso ha de restringirse.

  • Exponerse al aburrimiento.

Una noción pedagógica de la que oímos hablar mucho en los últimos tiempos es la de «permitir que los niños se aburran». Efectivamente, el hecho de disponer de tiempo libre (y, en este caso, nos referimos a tiempo libre de sobreestimulación y no solo libre de tareas) puede resultar incómodo cuando estamos habituados a contar con distractores de forma continua.

Acostumbrarse al silencio, ingeniar para crear un entretenimiento, descubrir tareas pendientes o, simplemente, disfrutar de nosotros mismos, serán grandes aliados. Ya no solo para prevenirnos en adicción al móvil y a los videojuegos u otros recursos, sino para trabajar la paciencia y obrar por nuestra salud mental.

En tiempos de microondas y robots de cocina, hemos de hacer un esfuerzo por «soportar» la espera de un bizcocho en el horno.

  • Generar alternativas de ocio.

Además de aprender a apoyarse en el aburrimiento, también resulta importante conocer formas alternativas de disfrute y descanso. Redescubrir la lectura, animar a dar un paseo, organizar un plan con otros o iniciarse en un deporte. Para cada cual, existirán propuestas enriquecedoras.

En el caso de niños o adolescentes, podemos facilitarles el acceso a esas formas de ocio que desconozcan o hayan olvidado. A veces los árboles no dejan ver el bosque y puede ser de utilidad que alguien nos sugiera un libro de entre todos los disponibles.

  • Apoyo e información profesionales.

Indudablemente, en algunos casos, estas pautas pueden resultar escasas y requerir de medios profesionales que sirvan como apoyo. Finalmente, el foco no ha de situarse en castigarnos o en reprender a los niños, sino en encontrar una nueva vía para resolver una cuestión problemática.

Si se aprecia un malestar intenso o una incomodidad que llegue a irrumpir en nuestras actividades del día a día, es momento de buscar un apoyo adecuado y eficaz.

Olga Trillo Lodeiro, psicóloga y psicopedagoga especializada en neuropsicología.

Para más información o consultas relacionadas, estaré encantada de atenderte (-paradójicamente-) por email (luar@luarespacio.es) o teléfono (610.109.102).

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