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¿Cómo saber si mi hijo es autista? Criterios formales, no formales y mitos.

¿Cómo saber si mi hijo es autista?

Cada día oímos hablar más acerca de los llamados trastornos del espectro autista y, quizá por ello, cada vez existen más familias que consultan si su hijo/a pudiera pertenecer a este grupo.

En el presente post hablo de dos tipos de información a tener en cuenta:

Por una parte, los criterios diagnósticos oficiales, es decir, aquellos aspectos que han de cumplirse para que una persona sea diagnosticada dentro del espectro autista y que son comunes a todos los casos.

Por otra parte, hablo acerca de características extraoficiales que muy habitualmente se manifiestan en las personas del espectro autista. Si bien no todos los casos muestran todas estas características, su prevalencia es elevada en esta población y en muchas ocasiones son los primeros indicios que los padres perciben durante el desarrollo de su hijos.

  • Criterios diagnósticos oficiales.

Existen dos características necesarias (médicamente) para hablar de trastornos del espectro autista.

En primer lugar, alteraciones persistentes en la comunicación e interacción sociales. Aquí se incluyen dificultades en acercamiento social, poca iniciativa de interacción con los demás, limitaciones en el lenguaje verbal o corporal o falta de interés en el juego compartido con otros.

En segundo lugar, actividades, intereses y comportamientos, restrictivos y repetitivos. En este sentido, hablamos de búsqueda de rutinas y monotonía, baja flexibilidad y adaptación a los cambios, intereses restringidos a temáticas o actividades muy concretas o estereotipias.

Ambos grupos de características han de presentarse dentro del desarrollo temprano y persistir en el tiempo y provocar dificultades clínicamente significativas en los ámbitos social, familiar, escolar o laboral de la persona.

  • Criterios diagnósticos no oficiales.

En este caso, me refiero a aquellas características muy frecuentes en las personas del espectro autista pero que no se manifiestan en todas ellas y, por tanto, no constituyen un criterio diagnóstico como tal.

  1. Alta sensibilidad hacia estímulos sensoriales. Es habitual una percepción intensa hacia determinados estímulos y que puede resultar inmensamente atrayente para la persona o causarle gran rechazo. Así, nos encontramos cómo una luz brillante puede resultar fascinante para algunas personas del espectro o un estímulo molesto y muy desagradable para otras. Esta característica puede darse en todos los sentidos. Algunos ejemplos son la preferencia o rechazo hacia determinados materiales para vestir, hacia distintas texturas en la comida o hacia canciones o sonidos concretos. En el día a día, puede mostrarse como una gran incomodidad por las costuras de la ropa interior o fascinación por acariciar un cojín suave.
  2. Memoria sensorial. Esa alta sensibilidad hacia los estímulos sensoriales está relacionada con una capacidad mnésica llamativa hacia olores, imágenes, sonidos o tactos. Tal es así, que dificilmente podremos engañar a una persona con autismo mostrándole un objeto con una ligera diferencia. Igualmente, gracias al poder asociativo de nuestra memoria, puede llegar a vincularse el estímulo deseado o rechazado con su contexto y extrapolar así su preferencia o rechazo.
  3. Memoria hacia los detalles y aspectos concretos. Otro aspecto habitual es una asombrosa capacidad para atender a los detalles o a pequeñas partes de los objetos o personas. Frecuentemente, la categorización se basa en aspectos que para muchas personas pasarán desapercibidas. En cierto modo, su todo no es en absoluto igual a la suma de las partes. Esta tendencia puede apreciarse a menudo en la forma de dibujar, prestando una gran atención a pequeños detalles. Recomiendo enormemente seguir la obra de Stephen Wiltshire como ejemplo muy ilustrador.
  4. Juego. La forma de juego de los niños del espectro autista es una de las cuestiones que más llaman la atención en los primeros años de desarrollo. Atendiendo a algunas de las características ya citadas anteriormente, el juego tiende a centrarse en la repetición de actividades de forma persistente (como, por ejemplo, construir la misma torre con bloques una y otra vez). Este juego no es compartido con otras personas; si bien pueden estar presentes, el objetivo del juego y su disfrute real no se basa en la interacción con los otros. Siguiendo este aspecto, en un partido de fútbol lo fundamental del juego no será la comunicación y búsqueda de estrategia con otros jugadores, sino una atención concentrada en el movimiento de la pelota o en el sonido de las zapatillas pisando el césped.
  5. Bromas, expresiones y «el pie de la letra». Algo muy característico es el habla literal, de manera que frases hechas, refranes o chascarrillos pueden confundir a nuestro oyente. Expresiones como «dame la mano» suenan a «¿Cómo voy a darte mi mano??». Igualmente, frases con doble sentido, bromas o ironías pueden resultar de gran dificultad inicialmente (si bien puede aprenderse a emplearlas).
  6. Orden, simetría. Es habitual cierta tendencia a la búsqueda de orden en los objetos. Ya se trate de organizar por forma, tamaño, color o determinada característica, un entretenimiento (o, incluso, forma de juego) frecuente en las personas del espectro autista consiste en la búsqueda de ese orden buscado. Juegos típicamente preferidos por ellos son los bloques de construcción, puzzles y piezas encajables.
  7. Teoría de la mente. Este concepto alude a la capacidad de ponerse en la posición intelectual o mental de otra persona. Se trata del «yo sé que tú sabes» o «sé que tú sabes lo que yo sé». Se trata de una noción similar a lo que la empatía es en el mundo de las emociones. Esta teoría de la mente frecuentemente resulta dificultosa para la población autista, convierto en una ardua tarea el comprender o expresar una broma o una mentira.
  • Mitos.

Finalmente, quisiera referirme a algunos aspectos frecuentemente atribuidos a las personas del espectro autista y que distan de ser una realidad.

Que los autistas no hablan, que el autismo va acompañado de una baja capacidad intelectual o, por el contrario, de altas capacidades, que sean personas agresivas o que no lleguen a socializar o mostrar afecto, son cuestiones perpetuadas durante muchos años y que no se cumplen en una gran mayoría de los casos, resultando muy dañinas para estas personas y sus familiares. Aparte, por supuesto, de sostener un prejuicio que limita el pleno desarrollo e integración en la sociedad.

 

 

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