OCHO IDEAS PARA SACAR EL MEJOR RENDIMIENTO (EMOCIONAL Y ACADÉMICO) AL NUEVO CURSO

Que la vuelta al cole puede ser algo complicado lo sospechamos todos. Abandonamos unas vacaciones que han durado semanas, que nos han hecho olvidar muchas de nuestras rutinas. Horarios cambiados para dormir, para comer, para jugar. Los amigos del pueblo. Visitar el extranjero. Ver el mar. Visitar a los abuelos. Ver la tele por las mañanas. Jugar en la calle. Los amores de verano. Trasnochar. Olvidarse de los deberes.
Si bien a los adultos nos resulta difícil retomar las tareas cotidianas después de unas vacaciones, a los niños y adolescentes puedes complicárseles aún un poco más este cambio.

La noción de “este esfuerzo traerá una recompensa” es una noción que se adquiere con la madurez, de forma que a los niños y adolescentes puede costarles especialmente comprender el por qué han de realizar sacrificios a cambio de beneficios posteriores. Que madrugar hoy me servirá para aprovechar mejor el día, o que el estudio y el aprendizaje nos serán muy útiles en nuestra vida, son ideas muy abstractas para las mentes de los más pequeños.

Algunas rutinas familiares pueden ayudar a que la dinámica de ir al colegio/instituto sea más motivadora y, además, nos procure mayores beneficios intelectuales y emocionales:

1. Marketing. Inconscientemente, tendemos a vender el colegio como un castigo, como una prueba dura a superar. Frases como “si sacas bien el curso, te compro la consola” presuponen que el estudio es el castigo y la consola el premio. Procuremos hacer ver que aprender en sí mismo es agradable.

2. Autonomía. Dejemos cierta libertad a los peques para organizar sus tareas. Por ejemplo: “cada tarde hay que estudiar una hora, escoge qué momento del día prefieres para el estudio”.

3. Descanso. Incluyamos en el horario semanal espacios para la diversión y el descanso. Independientemente de que las tareas de la escuela vayan mejor o peor, cada persona requiere un mínimo de tiempo para sí misma, para socializar o para divertirse.

4. Objetivos realistas. Busquemos que los objetivos sean accesibles y motivadores. Acerquemos la meta al niño de forma que pueda ver sus progresos. Por ejemplo, en lugar de decir “tienes cinco días para preparar el examen de historia”, ayudémosle a dividir este trabajo en pequeños pasos: “el lunes podrías estudiar el tema 1, el martes el tema 2 y un poquito del 3 porque son capítulos más cortos”.

5. Planificación y anticipación. A través de este horario que nos guíe las tareas a hacer cada día, es importante que el niño sienta cierto control sobre su propio tiempo. Que sea consciente de qué rato dispondrá para trabajar, qué rato para descansar, etc. Además, la mente trabajará más relajada la información para la que se sienta preparada y el cerebro se predispondrá a activar especialmente las áreas que nos resulten de mayor ayuda.

6. Relación cordial con el centro. Una buena relación tutor-familia puede ayudar a que conozcamos más de cerca cómo se encuentra nuestro hijo en clase. Por otra parte, al profesor puede serle de gran ayuda que le demos pistas sobre su alumno. Por ejemplo, el profesor puede ser quien nos diga si realmente se han llevado hechas todas las tareas de clase y, por otra parte, si al profesor le cuesta mantener la atención de su alumno, saber que le motiva la música o que le da mucho miedo salir a la pizarra, pueden ayudarle a acercarse al niño.

7. Premiar los procesos más que los resultados. Un mismo examen no resulta igual de difícil para una persona que para otra. Quizá un 5 suponga mayor esfuerzo para un alumno que un 10 para otro. Es fundamental que no perdamos de vista que nuestra meta final es aprender y que las notas no siempre se corresponden con el trabajo realizado.

8. Confianza. Culpar a un inocente supone mayor riesgo que el de no castigar a un culpable: cuando acusamos a un inocente de algo que no ha ido bien, no sólo estará recibiendo una reprimenda inmerecida, si no que la causa real del mal rendimiento quedará sin conocerse. Aunque muchas veces cueste, es importante confiar en los niños y no dar por hecho que sus excusas son falsas. “el profe me tiene manía”, “tenía los deberes hechos y me los olvidé en casa” o “han puesto en el examen cosas que no habían explicado” son cuestiones que realmente pueden haber ocurrido y que harán que el niño requiera mayor apoyo. Escuchémosle y procuremos que se sienta entendido.

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